Una mirada que trasciende el tiempo y el espacio
En el vasto universo de la fotografía artística, pocos nombres logran resonar con la fuerza simbólica y emocional de Graciela Iturbide. Su lente no solo captura imágenes, sino que traduce silencios, identidades, luchas y espiritualidades que definen al México más profundo y auténtico. El 23 de mayo de 2025, este talento excepcional fue reconocido a nivel mundial con el Premio Princesa de Asturias de las Artes, una de las distinciones más relevantes del panorama cultural internacional. Este galardón no solo celebra una trayectoria de más de cinco décadas, sino que pone en el centro del escenario global a la fotografía como vehículo de resistencia, dignidad y belleza.

Este reconocimiento, que ya ha sido otorgado a figuras como Martin Scorsese, Leonard Cohen, y el Teatro Bolshói, sitúa a Graciela Iturbide entre los grandes nombres del arte mundial. Pero ¿quién es realmente esta mujer que ha conquistado al mundo desde el claroscuro de su visión mexicana? ¿Cuál es el verdadero impacto de su obra y qué significa este premio para el presente y el futuro de la cultura en México y América Latina?
El origen de una artista: entre la vida y la luz
Graciela Iturbide nació en Ciudad de México en 1942, en el seno de una familia tradicional, como la mayor de trece hermanos. Su infancia transcurrió entre rituales familiares y una sensibilidad creciente por las artes visuales, aunque en un inicio, su vocación apuntaba al cine. Fue precisamente en la Escuela de Cine de la UNAM donde descubrió la fotografía, gracias a la influencia directa del legendario Manuel Álvarez Bravo, quien se convirtió en su maestro y mentor. Bajo su guía, Iturbide no solo aprendió a mirar, sino a interpretar lo que observaba: a ver con el alma.

La muerte repentina de su hija en 1970 marcó un punto de inflexión definitivo. En lugar de rendirse al dolor, Iturbide encontró en la fotografía una vía de exploración espiritual. Desde entonces, su obra ha sido un peregrinaje visual por los márgenes, las contradicciones y las riquezas de la identidad mexicana. No desde la distancia del turista, sino desde la cercanía del respeto y la empatía.
Estilo fotográfico: poesía en blanco y negro
La estética de Iturbide se caracteriza por su monocromía. El blanco y negro no es una limitación técnica, sino una elección filosófica: para ella, el color puede distraer; el blanco y negro, en cambio, revela. Cada imagen suya está dotada de una atmósfera densa, espiritual, donde los elementos cotidianos cobran un aura casi mística.
Más allá de lo técnico, su estilo reside en la manera en que se aproxima a sus sujetos. Graciela no dispara desde la superioridad del artista, sino que se funde con la comunidad, se vuelve invisible, escucha. Por eso, sus retratos de mujeres zapotecas en Juchitán, sus imágenes de la comunidad seri en el desierto de Sonora o sus registros de rituales religiosos en India, logran una intimidad difícil de alcanzar incluso en la era digital.
Sus obras no buscan denunciar, sino revelar. Son ventanas hacia otros mundos posibles, universos donde el sincretismo, la feminidad, la muerte, el animalismo y lo sagrado se entrelazan sin jerarquías.
Juchitán de las mujeres: una serie, un manifiesto
Uno de los pilares de su obra es la serie Juchitán de las mujeres, realizada entre 1979 y 1989 en el Istmo de Tehuantepec. Allí, Iturbide se encontró con una sociedad matriarcal zapoteca donde las mujeres dominaban el mercado, la economía local y buena parte de la vida pública. Fascinada por la fuerza, la autonomía y el orgullo de estas mujeres, les dedicó una de sus colecciones más icónicas.

La imagen más representativa de esta serie, y posiblemente de toda su carrera, es “Nuestra Señora de las Iguanas”, en la que una mujer juchiteca posa con iguanas vivas sobre la cabeza, como si llevara una corona ancestral. Esta fotografía no solo se convirtió en símbolo de poder femenino y sincretismo cultural, sino también en una imagen de culto que trascendió el circuito artístico para instalarse en el imaginario popular.
Un reconocimiento histórico: el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2025
La concesión del Premio Princesa de Asturias de las Artes a Graciela Iturbide representa un hito en la historia del arte latinoamericano. Es la primera fotógrafa mexicana en recibir este galardón, lo cual implica no solo un reconocimiento a su trayectoria personal, sino una legitimación global del valor artístico de la fotografía como forma de conocimiento, archivo y creación estética.

El jurado destacó su capacidad para transmitir la fuerza simbólica de las culturas originarias de México y Latinoamérica. Su obra, señalaron, conjuga una visión personalísima con un compromiso ético y cultural inquebrantable. En un mundo saturado de imágenes, la fotografía de Iturbide resiste al vértigo, al sensacionalismo y a la banalidad. Nos obliga a mirar de verdad.
Más allá del premio: implicaciones para la cultura y el arte en México
Este premio no solo honra a una artista, sino que lanza un mensaje poderoso para las instituciones, creadores y promotores culturales de México. Demuestra que el arte comprometido, arraigado en la identidad y abierto al mundo, tiene un lugar destacado en los circuitos más prestigiosos de la cultura global.
Para las nuevas generaciones de artistas, la figura de Iturbide representa una ruta clara: hacer arte desde la honestidad, con profundidad conceptual, sin ceder al facilismo de las modas ni a las exigencias del mercado. Iturbide nos recuerda que la autenticidad sigue siendo revolucionaria.
Asimismo, este tipo de reconocimiento internacional puede abrir puertas a una mayor inversión y atención hacia las artes visuales en México, tradicionalmente opacadas por otras disciplinas más mediáticas. Es momento de revalorar el papel de la imagen como agente cultural y herramienta de transformación.
El arte como resistencia: mujeres, muerte y ritual
Otro de los ejes temáticos que atraviesa la obra de Iturbide es la muerte, no como fin, sino como parte orgánica de la vida. Sus fotografías de rituales funerarios, sus recorridos por cementerios, sus cráneos animales y sus naturalezas muertas dialogan con la tradición barroca mexicana, pero también con el surrealismo y la antropología visual.
Del mismo modo, su enfoque en las mujeres no responde a una agenda ideológica, sino a una pulsión estética y existencial. Iturbide ha sabido retratar la dignidad, la fortaleza y la espiritualidad de mujeres indígenas, campesinas, artistas y comerciantes sin exotizarlas ni idealizarlas.
Sus imágenes revelan cuerpos reales, rostros con historia, miradas que devuelven el gesto de observar. En una época de hipersexualización, sus fotografías ofrecen una alternativa radical: el cuerpo como territorio simbólico, no como mercancía.
Fotografía y espiritualidad: el caso de la India
La espiritualidad es otra constante en su trabajo. A finales de los años ochenta, Iturbide viajó a la India para documentar rituales religiosos. Las imágenes resultantes muestran multitudes devotas, gestos de recogimiento, arquitecturas sagradas y ceremonias que escapan a la lógica occidental.

Lejos de imponer una mirada exótica, su enfoque fue siempre empático. Al igual que en México, Iturbide buscó retratar las formas en que lo sagrado se materializa en lo cotidiano, y cómo las creencias estructuran el paisaje humano.
Educación, legado y nuevas generaciones
Graciela Iturbide no solo es artista, sino también formadora. Ha impartido talleres y conferencias en México, Estados Unidos y Europa, compartiendo su experiencia con fotógrafos jóvenes y contribuyendo a la construcción de una comunidad artística más reflexiva y comprometida.

Hoy, muchas de las voces emergentes en la fotografía latinoamericana reconocen en ella una figura tutelar. Su legado no se limita a sus imágenes, sino que se extiende a su forma de estar en el mundo, de mirar con respeto, y de crear desde la conciencia.
Lecciones para el sector cultural y creativo
- Valorar la autenticidad sobre la moda: Las tendencias pasan; la autenticidad permanece. La obra de Iturbide demuestra que el arte con raíces profundas puede conquistar el mundo.
- Invertir en educación artística: El caso de Iturbide revela cómo una formación sólida, combinada con mentoría y exploración personal, puede forjar trayectorias excepcionales.
- Fomentar el arte regional y comunitario: La riqueza visual de México no está solo en las capitales. Apoyar el arte en comunidades indígenas y rurales es clave para preservar y renovar el patrimonio cultural.
- Crear puentes internacionales sin perder identidad: El éxito global de Iturbide se debe, precisamente, a que nunca dejó de ser mexicana. La identidad es un valor, no un obstáculo.
Preguntas frecuentes (FAQ)
¿Quién es Graciela Iturbide y por qué es importante?
Es una de las fotógrafas más reconocidas de América Latina, cuyas obras documentan la cultura, los rituales y la vida cotidiana de comunidades indígenas mexicanas desde una perspectiva poética y respetuosa.
¿Qué representa el Premio Princesa de Asturias para su carrera?
Es un reconocimiento internacional que consolida su legado como figura clave del arte contemporáneo, y visibiliza la importancia de la fotografía como lenguaje artístico de primer orden.
¿Qué tipo de temas explora su obra?
Identidad, género, muerte, espiritualidad, sincretismo, cultura indígena, feminidad, animales sagrados, y rituales sociales y religiosos.
¿Dónde se pueden ver sus obras?
En museos y galerías internacionales, así como en colecciones públicas y privadas. Muchas de sus imágenes forman parte del acervo del Museo de Arte Moderno de México y otros centros culturales de prestigio.
¿Cómo ha influido en otros artistas?
Su legado estético y ético ha inspirado a generaciones de fotógrafos en México y el mundo, promoviendo una fotografía comprometida, reflexiva y con profundo arraigo cultural.
La eternidad de una mirada
Graciela Iturbide ha transformado la fotografía mexicana en una forma de meditación visual. Con su cámara, ha recorrido territorios donde el arte, la vida y la muerte se funden, ofreciéndonos no simples retratos, sino revelaciones.
El Premio Princesa de Asturias de las Artes 2025 no solo corona su trayectoria, sino que nos invita a volver la mirada a lo esencial: a los rostros olvidados, a los símbolos perdidos, a las historias silenciadas. En cada imagen de Iturbide hay una ventana, una semilla, un espejo. Queda en nosotros la tarea de mirar con la misma honestidad con la que ella ha mirado al mundo.